lunes, 9 de noviembre de 2009

Comienza el día, y una luz sentimental
nos envuelve, vuelve, se va.
La fabulosa sinfonía universal
nos envuelve, vuelve, se va.

Tango, sexo, sexo y amor,
tanto tango, tanto dolor.

Mi vida gira en contradicción,
jamás conquisté mi corazón.
Mas ¿dónde estaba cuando pasó lo que pasó?
Hablándome al espejo solo.

Vengo de un barrio tan mezquino y criminal,
quizás te queme, queme, quizás.
Vengo de un barrio siempre a punto de estallar,
quizás te queme, queme, quizás.

Si de nada sirve vivir
buscas algo por qué morir.

El tiempo me ha enseñado a mirar,
a veces me ha enseñado a callar.
¿Dónde estabas cuando pasó lo que pasó?
Hablándote al espejo sola.

Es tanta la tristeza y es tan ruin,
celebro la experiencia feliz.
La estupidez del mundo nunca pudo y nunca podrá
arrebatar la sensualidad.

Busco mi piedra filosofal
en los Siete Locos, en el mar,
en el cadáver exquisito, al no tener piedad,
en la quinta esencia de la música,
dentro mío, en el amor y el odio,
tener que pensar (qué pensar)
preferiría tu sonrisa, toda la verdad,
avanzo un paso, retrocedo
y vuelvo a preguntar, que algo cambie
para no cambiar jamás.

Todo es imperfecto, amor y obvio.

Cadáver Exquisito, Paez.
Me hubiera gustado escribir algo que se impusiera por encima del silencio en que jugamos.
Pero la cita no ha llegado. Y todo es olvido (y presente) en estas palabras que hieden fracaso.

Habrá que andarse con cuidado para no morir de frío.