martes, 28 de diciembre de 2010

Héctor Viel Temperley

La Tristeza

Para lavar esta tristeza
hoy llevaría cuerpo y alma
a los chorros helados
de la pampa de Achala.

A caballo iría al alba
bajo su cielo gris,
camino a una hondonada
a donde fui una vez, hace ya tanto.

Escucharía el viento,
miraría unos cóndores volando,
y después,
laja
a laja
bajaría el caballo,
dando golpes de agua
sus manos
y asustado.

Como un casco de guerra
olvidado allá abajo,
llenándose de paz,
de ramas y de cielo
ya sin nubes, la hoya
estaría esperando.

Me quitaría las botas
una a una
durante largo rato,
miraría una vez más
sobre el poncho el revólver,
las crines del caballo,
respiraría, me santiguaría,
y avanzaría despacio...

Que para lavar esta tristeza,
un año dejaría cuerpo y alma
bajo los chorros solitarios
de la pampa de Achala.

de El nadador (1957).


Prendo la radio del coche

Prendo la radio del coche,
cierro las puertas y ventanas
y me alejo.

Que los ruidos
se gasten solos
mientras camino entre los árboles.

A veces siento
que alguien nos encerró
con llave
en este mundo.
Lo mismo hice yo,
pero a lo grande.


Quise ser como mil sables

Quise ser como mil sables
en el instante de desenvainarse.
Quise poner mis ojos en sus ojos
y hacerla arder
con la luz de mil sables.

Creo que fue algo así
como querer ser ángel.
Como no querer morirme
adentro de la carne.


Ya va el tercer verano

Ya va el tercer verano
que no quiero.
Canta el gallo en la madrugada caliente
de la ciudad sala de guardia,
de la ciudad velorio,
de la ciudad comisaría,
de la ciudad infierno.

de Humanae vitae mia (1969).

lunes, 6 de diciembre de 2010

Un poema largo y hermoso, e inteligentemente inasible.
Un poema de los días pasados y para los días por venir.
Un poema entre el barro y lo sublime. Para siempre.

sábado, 4 de diciembre de 2010

"Un día Pipotto sacó el dinero del colchón porque lo habían abierto para cambiarle la lana, y después no se acordaba dónde lo había guardado. Pipotto no le decía a su mujer que no se acordaba, porque tenía miedo, pero un día empezó a buscar en distintos tachos y Angelina, que estaba lavando, le preguntó:
   -¿Qué es lo que estás buscando?
   -Nada -dijo Pipotto.
   -Es el dinero -dijo Angelina. Hace tiempo que falta. Si lo gastaste quiero otro dinero igual a ése enseguida.
   Y entonces los dos se pusieron a buscar y era de noche, y estaban sin linterna ni nada, y de pronto Angelina vio un pedazo de tierra removida y empezó a sacar tierra con la pala y dijo:
   -Acá está. Lo pusiste aquí.
   Y sacaron las monedas y se pusieron a limpiarlas muy despacio, hasta que tuvieron brillo y las guardaron en el colchón que había sido cardado nuevo hacía poco."

Extracto de "Angelina y Pipotto", cuento de Hebe Uhart.