martes, 28 de diciembre de 2010

Héctor Viel Temperley

La Tristeza

Para lavar esta tristeza
hoy llevaría cuerpo y alma
a los chorros helados
de la pampa de Achala.

A caballo iría al alba
bajo su cielo gris,
camino a una hondonada
a donde fui una vez, hace ya tanto.

Escucharía el viento,
miraría unos cóndores volando,
y después,
laja
a laja
bajaría el caballo,
dando golpes de agua
sus manos
y asustado.

Como un casco de guerra
olvidado allá abajo,
llenándose de paz,
de ramas y de cielo
ya sin nubes, la hoya
estaría esperando.

Me quitaría las botas
una a una
durante largo rato,
miraría una vez más
sobre el poncho el revólver,
las crines del caballo,
respiraría, me santiguaría,
y avanzaría despacio...

Que para lavar esta tristeza,
un año dejaría cuerpo y alma
bajo los chorros solitarios
de la pampa de Achala.

de El nadador (1957).


Prendo la radio del coche

Prendo la radio del coche,
cierro las puertas y ventanas
y me alejo.

Que los ruidos
se gasten solos
mientras camino entre los árboles.

A veces siento
que alguien nos encerró
con llave
en este mundo.
Lo mismo hice yo,
pero a lo grande.


Quise ser como mil sables

Quise ser como mil sables
en el instante de desenvainarse.
Quise poner mis ojos en sus ojos
y hacerla arder
con la luz de mil sables.

Creo que fue algo así
como querer ser ángel.
Como no querer morirme
adentro de la carne.


Ya va el tercer verano

Ya va el tercer verano
que no quiero.
Canta el gallo en la madrugada caliente
de la ciudad sala de guardia,
de la ciudad velorio,
de la ciudad comisaría,
de la ciudad infierno.

de Humanae vitae mia (1969).

lunes, 6 de diciembre de 2010

Un poema largo y hermoso, e inteligentemente inasible.
Un poema de los días pasados y para los días por venir.
Un poema entre el barro y lo sublime. Para siempre.

sábado, 4 de diciembre de 2010

"Un día Pipotto sacó el dinero del colchón porque lo habían abierto para cambiarle la lana, y después no se acordaba dónde lo había guardado. Pipotto no le decía a su mujer que no se acordaba, porque tenía miedo, pero un día empezó a buscar en distintos tachos y Angelina, que estaba lavando, le preguntó:
   -¿Qué es lo que estás buscando?
   -Nada -dijo Pipotto.
   -Es el dinero -dijo Angelina. Hace tiempo que falta. Si lo gastaste quiero otro dinero igual a ése enseguida.
   Y entonces los dos se pusieron a buscar y era de noche, y estaban sin linterna ni nada, y de pronto Angelina vio un pedazo de tierra removida y empezó a sacar tierra con la pala y dijo:
   -Acá está. Lo pusiste aquí.
   Y sacaron las monedas y se pusieron a limpiarlas muy despacio, hasta que tuvieron brillo y las guardaron en el colchón que había sido cardado nuevo hacía poco."

Extracto de "Angelina y Pipotto", cuento de Hebe Uhart.

viernes, 19 de noviembre de 2010

En la mitad exacta de tu ombligo

atiende:

si mi hijo

si nuestro hijo

fuera naciera sol o

luna homosexual poeta o

guerrillero ah si creciera

guerrillero o usurero al tanto %

o asesino oficinista vendedor de

peines en el subte o suicida flor

o cerdo violador de tumbas o impasible

espectador del mundo comprensible padre de

familia actor de cine Rita Hayworth Tyrone Power

sacerdote verdugo militar terrorista puta carcelero

en la exacta mitad de tu ombligo te explico Manés que

si nuestro hijo recoge la bandera que dejamos o por

el contrario un ejemplo la olvida la traiciona la

veja la vende a razonable precio entendeme si

nuestro hijo mañana es muerto por ir más

allá de donde fuimos o por menos o por

error o por justicia o por lo que sea

si los muertos somos vos o yo o los

dos y él quien nos fusila de todos

modos Manés habremos ganado

porque la libertad es lo único que

debemos legarle a los demás

compañera amiga mía

no tiene mayor

relevancia.


Jorge Money, en Palabra viva.

jueves, 11 de noviembre de 2010


el sol provoca risa

a medida que continúa el juego
deberías procurar decir cada vez más claro
lo que de veras
crees
incluso si lo que de veras
crees
resulta
equivocado.

puede ser una tarea
arriesgada
y difícil.

pero
si no puedes reírte
de la inmensa desventaja
que todos soportamos en nuestro
intento de entender
y saber

sin duda
tendrás un sueño
inquieto
en el
ataúd.

Charles Bukowski, en Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta.

viernes, 15 de octubre de 2010

-Bueno -dije-. ¿Empezamos la entrevista?
Fuimos a un bar del puerto, entre la lonja y el rompeolas, y nos sentamos junto a un ventanal desde el que se divisaba, a través del aire dorado y frío de la mañana, majestuosamente cruzado de gaviotas, toda la bahía de Blanes, con la dársena en primer plano, poblada de ociosas barcas de pesca, y al fondo el promontorio de La Palomera, que señala la frontera geográfica de la Costa Brava. Bolaño pidió té y tostadas; yo pedí café y agua. Conversamos. Bolaño me contó que ahora las cosas le iban bien, porque sus libros empezaban a darle dinero, pero que durante los últimos veinte años había sido más pobre que una rata. Había dejado de estudiar casi de niño; había desempeñado todo tipo de oficios ocasionales (aunque, aparte de escribir, nunca había tenido un trabajo serio); había hecho la revolución en el Chile de Allende y en el de Pinochet había estado en la cárcel; había vivido en México y en Francia; había viajado por todo el mundo. Años atrás había padecido una operación muy complicada, y desde entonces vivía en Blanes como un asceta, sin otro vicio que escribir y sin ver a nadie salvo a su familia. Casualmente, el día en que entrevisté a Bolaño el general Pinochet acababa de regresar a Chile, aclamado como un héroe por sus partidarios, después de haberse pasado dos años en Londres a la espera de ser extraditado a España y juzgado por sus crímenes. Hablamos del regreso de Pinochet, de la dictadura de Pinochet, de Chile. Como es natural, le pregunté cómo había vivido la caída de Allende y el golpe de Pinochet. Como es natural, me miró con cara de infinito aburrimiento; luego dijo:
-Como una película de los hermanos Marx, sólo que con muertos. Aquello fue un desbarajuste fabuloso. -Sopló un poco el té, bebió un sorbo y volvío a dejar la taza sobre el plato-. Mira, te voy a decir la verdad. Durante años me cagué cada vez que pude en Allende, pensaba que la culpa de todo era suya, por no entregarnos las armas. Ahora me cago en mí por haber dicho eso de Allende. Joder, el cabrón pensaba en nosotros como fuéramos sus hijos, ¿entiendes? No quería que nos mataran. Y si llega a entregarnos las armas hubiéramos muerto como chinches. En fin -concluyó, tomando otra vez la taza-, supongo que Allende fue un héroe.
-¿Y qué es un héroe?
La pregunta pareció sorprenderle, como si nunca se la hubiese hecho, o como si se la hubiera estado haciendo desde siempre; con la taza en el aire, me miró fugazmente a los ojos, volvió la vista hacia la bahía, por un momento reflexionó; luego se encogió de hombros.
-No lo sé -dijo-. Alguien que se cree un héroe y acierta. O alguien que tiene el coraje y el instinto de la virtud, y por eso no se equivoca nunca, o por lo menos no se equivoca en el único momento en que importa no equivocarse, y por lo tanto no puede no ser un héroe. O quien entiende, que el héroe no es el que mata, sino el que no mata o se deja matar. No lo sé. ¿Qué es un héroe para ti?
Para entonces ya hacía casi un mes que yo no pensaba en Soldados de Salamina, pero en aquel momento no pude evitar el recuerdo de Sánchez Mazas, que no mató nunca y que en algún momento, antes de que la realidad le demostrara que carecía del coraje y del instinto de la virtud, acaso se creyó un héroe. Dije:
-No lo sé. John Le Carre dice que hay que tener temple de héroe para ser una persona decente.
-Sí, pero una persona decente no es lo mismo que un héroe -replicó en el acto Bolaño-. Personas decentes hay muchas: son las que saben decir no a tiempo; héroes, en cambio, hay muy pocos. En realidad, yo creo que en el comportamiento de un héroe hay casi siempre algo ciego, irracional, instintivo, algo que está en su naturaleza y a lo que no puede escapar. Además, se puede ser una persona decente toda una vida, pero no se puede ser sublime sin interrupción, y por eso el héroe sólo lo es excepcionalmente, en un momento o, a lo sumo, en una temporada de locura o inspiración. Ahí está Allende, hablando por Radio Magallanes, tumbado en el suelo en un rincón de La Moneda, con la metralleta en una mano y el micrófono en la otra, hablando como si estuviera borracho o como si ya estuviera muerto, sin saber muy bien lo que dice y diciendo las palabras más limpias y más nobles que yo he escuchado nunca... Ahora me acuerdo de otra historia. Ocurrió en Madrid hace tiempo, yo la leí en la prensa. Un muchacho andaba por una calle del centro y de pronto vio una casa envuelta en llamas. Sin encomendarse a nadie entró en la casa y sacó en brazos a una mujer. Volvió a entrar y esta vez sacó a un hombre. Luego entró otra vez y sacó a otra mujer. A estas alturas del incendio ya ni siquiera los bomberos se atrevían a entrar en la casa, era un suicidio; pero el muchacho debía de saber que todavía quedaba alguien adentro, porque entró de nuevo. Y, claro, ya no volvió a salir. -Bolaño se detuvo, con el dedo índice se subió las gafas hasta que la montura rozó las cejas-. Brutal, ¿no? Bueno, pues yo no estoy seguro de que ese muchacho actuase movido por la compasión, o por vete a saber qué buen sentimiento; yo creo que actuaba por una especie de instinto, un instinto ciego que lo superaba, que podía más que él, que obraba por él. Lo más probable es que ese muchacho fuera una persona decente, no que digo que no; pero puede no haberlo sido. Chucha, Javier, ni falta que le hacía: el cabrón era un héroe.
(...)
Como nada irrita tanto a un escritor que no escribe como que le pregunten por lo que está escribiendo, un poco molesto contesté:
-No. -Y, porque pensé que, como para todo el mundo, para Bolaño escribir en los períódicos no es escribir, añadí-: Ya no escribo novelas. -Pensé en Conchi y dije-: He descubierto que no tengo imaginación.
-Para escribir novelas no hace falta imaginación -dijo Bolaño-. Sólo memoria. Las novelas se escriben combinando recuerdos.
-Entonces yo me he quedado sin recuerdos. -Tratando de ser ingenioso expliqué-: Ahora soy un periodista; o sea: un hombre de acción.
-Pues es una lástima -dijo Bolaño-. Un hombre de acción es un escritor frustrado. Si don Quijote hubiera escrito un solo libro de caballería nunca hubiera sido don Quijote, y si yo no hubiese aprendido a escribir ahora estaría pegando tiros con las FARC. Además, un escritor de verdad nunca deja de ser escritor. Aunque no escriba.
-¿Qué te hace pensar que yo soy un escritor de verdad?
-Escribiste dos libros de verdad.
-Juvenalia.
-¿El periódico no cuenta?
-Cuenta. Pero ahí no escribo por placer: sólo para ganarme la vida. Además, no es lo mismo un periodista que un escritor.
- En eso tienes razón -concedió-. Un buen periodista es siempre un buen escritor, pero un buen escritor casi nunca es un buen periodista.
Me reí.
-Brillante, pero falso -dije.

En Soldados de Salamina, de Javier Cercas

sábado, 2 de octubre de 2010

Ese mismo


Dados


Como el que en el café
hace girar con furia
los dados
en lo oscuro del cubilete

para juntar coraje
contra la contra de la suerte.

Como el que concentra
todo su esfuerzo
allí en lo alto
haciendo rugir los dados
en lo oscuro
para juntar coraje
contra la contra de la suerte.

Como el que desde lo alto
va a descargar
los dados
y vocifera con furia

para juntar coraje
contra la contra de la suerte.

Como el que con todas
sus fuerzas
agita los dados en lo alto
y desde allí
descarga con furia
en la mesa
el cubilete

como ése
como ése

para juntar coraje
contra la contra de la suerte.


Bíblica

Como el que vio una vez
al hombre
que vende la biblia
y escuchó su palabra
en un café cualquiera

-En verdad, en verdad os digo

Como el que apoyado en su mesa
cuando está
mirando al vacío
es interrumpido
por la palabra de ese hombre

-En verdad, en verdad os digo

Como el que escucha
aturdido
hablar de revelación
entre ruido de pocillos
envuelto en humo

-En verdad, en verdad os digo

Como el que luego
aparta
su rostro de ese hombre
y vuelve a mirar
fijamente el vacío

-En verdad, en verdad os digo

Como el que queda así
después
apoyado en su mesa
mientras su mente mezcla
la Palabra con el precio
y el Espíritu con la encuadernación

como ése
como ése

-En verdad, en verdad os digo.


Hablando solo

Como el que va hablando
solo
por la calle
tratando de entenderse

la ciudad es su hospicio.

Como el que está
confesando
su angustia a otro
y ese otro
es él mismo
andando por la calle.

la ciudad es su hospicio.

Como el que sin saberlo
va caminando
entre la gente
y le hace extraños gestos
a ese otro
que es él mismo

la ciudad es su hospicio.

Como el que va de una esquina
a la otra
camina y habla solo
porque trata de entenderse
con ese otro
que es él mismo

como ése
como ése

la ciudad es su hospicio.


Leyendo el diario

Como el que un día
leyendo el diario
se sorprende
en la Sección Extraviados

y quién soy
y dónde estoy se pregunta.

Como el que ve esa foto
de su rostro
allí
y reconoce su rostro
pero no se identifica

y quién soy
y dónde estoy se pregunta.

Como el que lee
sus datos de identidad
allí
debajo de la foto
de su rostro
y se identifica
pero no se reconoce

y quién soy
y dónde estoy se pregunta.

Como el que intenta
hacer memoria
y toca su cuerpo y se dice
soy éste, estoy aquí
y comienza a buscarse
y no se encuentra

como ése
como ése

y quién soy
y dónde estoy se pregunta.


El plan

Como el que identifica
a la ciudad
como su propio
trágico destino

crimen y demencia.

Como el que ha
descendido cada día
a la ciudad
con sus planes ocultos

crimen y demencia.

Como el que adivina
en la ciudad
un trágico plan
oculto
donde se cumple
su destino

como ése
como ése

crimen y demencia.


Un violador frustrado

Como el que alguna vez
soñó poseer a la ciudad
y anduvo tanto
por sus calles

y la ciudad estaba allí y en todas partes
y esa presencia era una ausencia.

Como el que tanto caminó
las calles de la ciudad
buscando poseerla
y la ciudad estaba allí y en todas partes
y esa presencia era una ausencia.

Como el que en un tiempo
creyó poder
poseer
a la ciudad
atraparla
en algún lugar secreto

como ése
como ése

y la ciudad estaba allí y en todas partes
y esa presencia era una ausencia.


Peldaños

Como el que jadeante
en la ciudad de su deseo
subió escaleras
y bajó escaleras

hasta que todos los peldaños
huyeron bajo sus pies.

Como el que subió y bajó
las escaleras
del deseo
en la ciudad de su deseo
jadeante

hasta que todos los peldaños
huyeron bajo sus pies.

Como el que
en la ciudad de su deseo -jadeante-
buscó saciar
el deseo
que velozmente trepaba
dentro de él
y descendía dentro de él
velozmente
y subió escaleras
y bajó escaleras

como ése
comó ése

hasta que todos los peldaños
huyeron bajo sus pies.


La fuga

Como el que siente
a la ciudad
como a una prisión del deseo
y busca frenético
liberarse
disparado

y lo han visto en desenfrenada
carrera por las calles.

Como el que busca
liberarse
disparado en su frenético deseo
en la ciudad
prisión del deseo

y lo han visto en desenfrenada
carrera por las calles.

Como el que
disparado
en la ciudad prisión de su deseo
busca frenético
liberarse

como ése
como ése

y lo han visto en desenfrenada
carrera por las calles.


Leónidas Lamborghini, en El solicitante descolocado.

jueves, 29 de julio de 2010

"Sé que no he escrito una sola página que me atreva a publicar que no proceda del dictado de una voz. [...] No he escrito nada que merezca atención sin haber estado sintiendo en el curso de su copia al dictado alguna emoción del orden de la hostilidad, el rencor, la rabia, el odio, la envidia y la indignación: formas confusas del conflicto social que anuncian algo muy vago. A veces me creo a un paso de comprenderlo y fracaso. Ahora pienso que no dejaré de escribir hasta saber que he dado cuenta de ello."

Fogwill

domingo, 25 de julio de 2010

"¿Quién de nosotros no ha soñado en días de ambición con el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo ni rima, suficientemente dócil y nerviosa como parar poder adaptarse a los movimientos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia? De la frecuentación de la ciudades, del crecimiento de sus imnumerables relaciones nace sobre todo este ideal obsesionante."

Walter Benjamin

domingo, 13 de junio de 2010

Mientras me lavo la cara

Darío, parado, grita y gesticula.
Bajo una frazada marrón,
Daniel se ríe y habla de sus novias.
Están borrachos y los que gritan en la cocina,
como diputados, también.
Mi vieja, resucitada,
golpea las ventanas, pidiendo entrar.
Al amanecer, bajo una claridad despiadada;
cigarrillos, libros desperdigados,
platos con comida.
Camino, despacio, hasta el baño;
sé que la desgracia está sobre nosotros,
no ahora, tampoco el año próximo,
todavía somos jóvenes, pero eso
se pierde enseguida.
No tenemos nada, pienso,
mientras me lavo la cara,
ni un oficio, ni una herencia,
ni una casa de sólida piedra.

Fabián Casas, en El Salmón.

miércoles, 2 de junio de 2010

Del Hijo

Le acabé adentro.

Por bronca
por impotencia
por resentimiento,
dentro
bien adentro,
por amor
por lo que nos hicimos
y lo que nos debemos,
porque no pudimos
dejar de querernos.

Porque estoy vencido.

Por nuestro pasado.

Porque soy un filo
que está sin cuchillo,
porque soy el nudo,
la estaca y el grito.

Le acabé adentro
porque quiero un hijo,
porque la quiero
y porque no la quiero
y porque estoy cansado
y me siento viejo.

Por eso, y por cosas
que olvidar prefiero,
le acabé adentro.

Porque cuando pienso
en mi viejo lloro,
porque cuando pienso
en mi vieja lloro,
porque extrañaba
mi carne en su carne,
y porque estoy solo
y por las mil noches
que antes de acabar
suplicaba
que le acabara dentro.

Por hijo de puta.
Porque cuando pude,
pudo y quería,
llenarse de mí,
elevar su vientre
a la categoría
de los nueve meses,
me negaba siempre.

Porque al proponer
las demoliciones,
nunca me pensé
solo y demolido.

Porque no la olvido,
porque hubiera sido
diamante perfecto
muy bien escondido
dentro de la piedra
su hijo y mi hijo,
porque estoy buscando
demorar mi muerte,
porque las palabras
ya no me contienen,
porque quiero verme
en ese que viene,
porque ya no quiero
soñarme
de niño y anciano
que se encuentran siempre
y nunca - nada - dicen,
porque cuando hablamos
de llegar a viejos
ella estaba sola
y yo estaba muerto.

Porque hubiera sido
algo hermoso y bueno
que una parte suya
me acompañe siempre.

Bien adentro y mucho,
como una sucesión
de puñales secos.

Porque estoy enfermo
del mundo y su fuego
que me cuece lento
el amor y el odio,
y este pensamiento
que lame mi semen,
mi calva y mis huesos:
¿ cómo hubiera sido su hijo y mi hijo ?

¿ cómo hubiera sido ?

Lucas Tejerina

domingo, 23 de mayo de 2010

PRÓLOGO DEL TRADUCIDO

Todas mis amigas viven en otros mundos,
y ninguna en el mío o en el de otra.
Asi que
perdoname, mi amor,
pero esta noche
no puedo diseñar ninguna ONG
para girar el foco hacia
algún rincón devastado de la humanidad,
ni te acompañaré a la cena
del Partido -aun cuando hubiera adorado
socializar con ejemplares vivos
del trotskismo.
Porque están los otros mundos de mis amigas,
y hay noches en que no sé
qué hacer con todo eso, hay noches,
creeme, en que no sé
qué hacer con tanto.
Espero que lo entiendas: nadie tiene
un bolsillo tan grande
como para llevar consigo
tantos mundos a una cena
a la que de todos modos no fueron invitados.
Por eso esta noche
los desparramaré sobre mi cama
y los echaré al aire
y me bañaré con ellos como
las monedas del tesoro de un
millonario demente, y los perderé de a ratos
entre mis uñas no cortadas por años,
y los dejaré
caer sobre mi pecho desnudo
como el oro asesino de una lluvia
incandescente, y en el exacto momento
en que vos estés levantando una copa para
repetir que todo es ilusorio menos
el poder mientras un compañero desde
atrás mete su mano bajo tu pollera, yo
abré caído exhausto en el sueño,
con la cabeza colgando a los pies
de la cama, para que
los mundos de mis amigas
comiencen a traducirme.

En Las otras. Historias del misógino que amaba a todas las mujeres, Nestor Barrón.

*dedicado a mi hermanito Lozano.

sábado, 15 de mayo de 2010

XII
Que mi salud es débil,
Que no resisto los rigores del trabajo intelectual,
Que mi pensamiento es inestable y que a menudo me
equivoco en mis apreciaciones sobre la verdad de las
ciencias y las magias del arte,
Que soy descuidado para con mi persona,
Que no me baño con regularidad
Y que mis cabellos y mis uñas crecen sin control,
Que he derrochado mi hacienda en beneficio de los pobres
de espíritu,
Que he favorecido más de lo justo y necesario a los
enfermos,
Que he permanecido largas horas en los cementerios
Disfrutando paganamente de la soledad y el silencio
consagrado a los muertos,
Que en momentos de desesperación y orgullo he escupido
el rostro de los ídolos,
Que he vuelto ebrio y caído dormido en los
bancos de las plazas y en los tranvías,
Y que gasté mi juventud en viajes inútiles y estudios
innecesarios.

Nicanor Parra, en Ejercicios respiratorios.

domingo, 25 de abril de 2010

El caballete

He perdido el tiempo esta mañana,
y estoy profundamente avergonzado.
Ayer noche me acosté pensando en mi padre.
En el riachuelo donde paseábamos —Butte Creek—
cerca del lago Almanor. El agua me arrullaba en sueños.
En el sueño, estaba por todas partes
y yo no podía levantarme ni moverme.
Pero cuando desperté esta mañana temprano
fui al teléfono. Aunque
el río fluía allá abajo en el valle,
en la pradera, corriendo entre tréboles.
Pinos se alzaban a ambos lados de la pradera
y yo estaba allí.
Un niño sentado en un caballete de madera
mirando hacia abajo.
Viendo a mi padre beber agua con las manos.
Luego dijo: «El agua está tan buena.
Me gustaría poder llevarle a mi madre un poco de esta agua».
Mi padre todavía la quería, aunque estaba muerta
y él había pasado mucho tiempo lejos de ella.
Tuvo que esperar algunos años más
hasta que pudo ir a donde estaba. Pero él quería
a esta región donde se encontró a sí mismo. El Oeste.
Durante treinta años la tuvo en el corazón,
y luego la dejó ir. Se acostó una noche
en un pueblo del norte de California
y no despertó. ¿Hay algo más sencillo?

Me gustaría que mi vida, y mi muerte, fueran tan sencillas.
De modo que cuando despierte
una hermosa mañana como ésta,
después de estar en algún sitio
donde quería estar toda la noche,
algún sitio importante, pudiera moverme del modo más
natural
y sin pensar en ello, hasta mi mesa de trabajo.
Digamos que lo hice, del modo sencillo que he descrito.
De la cama a la mesa de trabajo de la infancia.
Desde aquí no hay mucho hasta el caballete.
Y desde el caballete podría mirar hacia abajo
y ver a mi padre cuando necesitara verlo.
Mi padre bebiendo aquella agua fresca. Mi dulce padre.
El río, sus praderas, y pinos, y el caballete.
Ese. Donde una vez estuve.

Me gustaría hacer eso
sin tener que disculparme ante mí mismo por ello.
Ni sentirme mal por interesarme por cosas menos
importantes.
Sé que es hora de cambiar de vida.
Esta vida —con sus complicaciones
y llamadas telefónicas— es indecente,
y una pérdida de tiempo.
Quiero hundir mis manos en agua fresca. Del modo
en que lo hizo él. Otra vez y otra vez y otra.


Raymond Carver, en Bajo una luz marina.

sábado, 3 de abril de 2010

XLV

Me desvinculo del mar
cuando vienen las aguas a mí.

Salgamos siempre. Saboreemos
la canción estupenda, la canción dicha
por los labios inferiores del deseo.
Oh prodigiosa doncellez.
Pasa la brisa sin sal.

A lo lejos husmeo los tuétanos
oyendo el tanteo profundo, a la caza
de teclas de resaca.

Y si así diéramos las narices
en el absurdo,
nos cubriremos con el oro de no tener nada,
y empollaremos el ala aún no nacida
de la noche, hermana
de esta ala huérfana del día,
que a fuerza de ser una ya no es ala.


de Trilce, César Vallejo

lunes, 15 de febrero de 2010

"Todo lo contrario. Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común. Para pensar bien, quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante, hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución. Sólo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza, solía decir un amigo de Brecht."

Ricardo Piglia, en Crítica y ficción.

viernes, 5 de febrero de 2010

"¿Qué innovaciones introdujo James y a qué se debió el fracaso inmediato de sus novelas? Si sus aportaciones fueron tan importantes, ¿por qué sus libros no irrumpieron en la escena literaria con el estrépito con que los partidarios o detractores de Ulises, El sonido y la furia o Al faro saludaron tales obras? Tal vez porque su transformación del género no tenía nada que oliera a rebelión. Sus descubrimientos, que posteriormente hicieron posible el nacimiento de Ulises, El sonido y la furia y Al faro, fueron realizados sigilosa, callada, neutramente. Pero también puede deberse al carácter de renuncia a los impulsos vitales, de ineludible derrota del héroe (el protagonista de James vive, por el contrario del héroe romántico, como un cautivo de la sociedad, sin desafiar ni infringir sus reglas. Sujeto antiheroico, se conforma con exaltar el exilio interior como única posibilidad de enfrentarse a la corrupción y a la mezquindad que lo circundan; la derrota se convierte, paradójicamente, en su único triunfo posible) (...). El éxito de James sólo se logra en el momento en que los programas de liberación social y sexual han sido elaborados por otros autores y por lo mismo ya nadie se los exige a su obra, y cuando abatidas muchas ilusiones de la imaginación liberal por la atroz realidad de falsos paraísos, el rescate de la dignidad personal y la resistencia moral parecen ligarse casi obligatoriamente al concepto de exilio interior."

Del Mago de Viena, Sergio Pitol. (Las negritas son mías.)