Más allá del valor específico de los textos que lo componen, lo que el libro confirma es una mutación en el tipo de disposición ética de la palabra pública del escritor. En vez del ejercicio responsable de la lectura, lo que parece legitimar la intervención es la mera condición de haber escrito. Ser escritor autoriza, da derecho a la arbitrariedad de gestionar apologías y rechazos, a la opinión sin fundamento.
Minimosca, por Gustavo Faverón
Hace 2 días
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