viernes, 27 de mayo de 2011

Tengo la cabeza limpia. Puedo contarte de la vez que me vine, la terminal de un pueblo a las once y pico de la mañana. Que el colectivo salía a las doce y yo un rato antes cambié el pasaje para que nadie me fuera a despedir. Eso ya está escrito. El colectivo tiene el motor en marcha y uno está esperando que se lo lleven de ahí de una buena vez. Se escucha el silbido de las puertas al cerrarse y el desinflarse del aire de los frenos. Lenta marcha atrás hacia la derecha y después el chofer que encara para la calle principal y al llegar vuelve a doblar, pero además hay un desnivel en el terraplén, de manera que el colectivo se sacude un poco, doblando, los que vamos adentro nos sacudimos un poco también, alguien se enchastra con café. Al llegar el bulevar lo para el semáforo y uno puede mirar para el lado de casa, nada, los árboles, eucaliptos viejísimos, a las dos cuadras el bulevar que se hace de ripio, allá atrás el batallón, alguna nube contra el cielo celeste, boludeces.
Eso, contar eso. Porque uno se va sabiendo que al volver no va a ser lo mismo. No sé si lo sabe, lo percibe. Capta algo que anda en el ambiente artificial, equilibrado de ese colectivo. Sí, sin duda eso ayuda a que uno lo piense así. Acá algo se terminó, loco, piensa. Y tiene miedo. O yo tuve miedo, no sé si será así para todos.
Cuatro horas de viaje hasta el Talar de Pacheco. Me bajé y tomé el 365, días del año había memorizado, hasta la casa de mi abuela. Materna. Bien, mi abuela materna, qué decir de mi abuela materna; que en el 86 le extirparon un tumor de la cabeza, una operación de doce horas en el hospital militar, para que aguantara seis meses, con suerte un año y todavía está viva y hasta, me han dicho, le causo pena. Pero ojo que aquella vez se portó. Me aguantó un mes en su casa y una tarde, al volver de mi trabajo, del primer trabajo que conseguí en Buenos Aires, me dice Damián ahí tiene el bolso preparado con la ropa limpia. Planchadita.
A veces la llamo por teléfono y si reconozco su voz le corto. Si me atiende otra persona, pido por ella y al decirme que ya va, corto también.

De Entrerrianos, Damián Ríos.

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